Sobre la mesa una copa
desbordante de perfectas rosas,
un mantel blanco acentúa la belleza.
Rodeando tu pezón su boca
tan perfecta como una rosa
llenándose de vida.
Yo,
tan solo contemplo
con ojos que despedazan la ceguera
la simpleza de una maravilla
ofrendada en la cápsula
silente de la madrugada.
Y en este mar hecho noche
la angustia se deshace
como la espuma
que encalla en la costa,
y esta angustia ya no es mía,
es del tiempo recuerdo,
será una huella de camino
sepultada por la hierba.
Y no tendré como volver,
y el miedo se hará belleza
se tornará tibio, de humos
que ardieron en antiguas hogueras.
Y esa boca será una rosa,
un jardín de besos, de cantos
viajando en el viento,
será un pétalo en ofrenda,
un grito que sacudirá la tierra
y en ella se abrirán grietas
dónde caigan simientes
de inmarcesibles rosas.